Capítulo II Relato Corto «Cosas y Casos de Cádiz

RELATOS CORTOS
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Cosas y Casos de Cádiz

Capítulo II
«EL PESCUI»
Andábamos porfiando por los puntos que teníamos Pacote y un servidor, pues sospechábamos que nos estaban haciendo trampas, cuando el carapapa interrumpió tan acalorada discusión.



– Psss, Callaaaaaaaa. Ahí viene, ahí viene… Llámalo Pacote que nos vamos a descojonar.
– “Pescui” ven. ¿Quieres una cervecita?.

Era la palabra clave pues, eran legendarias sus continuas borracheras. Era capaz de beberse todo aquello que oliese a alcohol. Un día de Reyes, en el albergue en el que solía dormir por aquel entonces, las monjitas le regalaron una de esas botellas de litro de Baron Dandy, y antes de que llegasen los churros, se había encalomao más de media.
Un mes estuvo ingresao, malísimo. Al borde de la muerte lo menos tres días, pero se recuperó. ¡Coño!, que fui yo a verlo y parecía un Marqués, tan tieso, con su pijama de raso y un batín que le llevaron las monjitas. Parecía otro, afeitaíto, aseado y repeinado. Pero fue recibir el alta y a los pocos días ya andaba por ahí ciego.


Cada vez que me cruzaba con él, me venían a la memoria imágenes de cuando jugabamos de chiquillos a lo que jugábamos siempre los niños de aquella época: Las bolas, los tapones, mangüiti……. y él siempre mirando, pues aún perteneciendo nosotros a lo que se ha dado en llamar proletariado, nombre fino para denominar a los pobres de solemnidad, aún los había más míseros, que por no tener no tenían como se suele decir ni mierda en las tripas. A esa clase había sido asignado El Pescui por obra y gracia del todopoderoso Dios y su infinita bondad. Según nos contaba el cura, en clases de catequesis, Dios nos tenía reservado para cuando la palmaramos, El Paraíso; yo lo imaginaba como un lugar donde no nos faltaría de ná: Pasta a tutiplén, casas, cochazos,…. Algo parecido al escaparate final que se llevaba el ganador del “Precio Justo”, por lo que llegué a la conclusión de que Joaquín Prats era Dios, o al menos uno se sus hombres de confianza.
Una cosa no entendía, porqué algunas personas disfrutaban en vida de todo ello y algunos teníamos que esperar a espicharla. Seguramente serían recomendados. Sí, eso debía de ser, así que en una de las clases de catequesis, le dije al cura con un guiño de complicidad, que a ver si podía hablar de lo mío para que no se molestara en guardármelo un montón de años, lo quería disfrutar aquí y ahora. Un pellizco en el brazo, acompañado de una colleja, me hizo volver a la realidad. Eu ese momento, lo vi vlaro, y tuve la certeza de que jamás tendría nada de lo prometido, y que to era cuento de los curas así que le dije a mi madre que de comunión nanai, lo que fue recibido por mi familia con no poca alegría, pues no andaba la economía familiar para celebraciones, en las que siempre gastas lo que no tienes.
El día señalado paa mi Comunión, mi padre nos llevó a mí hermano y a mí a «La Bota de Oro» a conprarnos unos zapatos «Gorila» que era una de las ilusiones de la chiquillería de la época, no por el zapato en sí, lo importante era la pelotita de goma que te reglaban. De allí a «La Privadilla» a comernos medio pollo asado con papas fritas cada uno, mientras admabamos las cabezas de toros que dornaban el local. Mi padre, desde la barra nos miraba con una enorme sonrisa de satisfcción . Y luego a «Los Italianos» a comernos un «topolino» helado especialidad de la Casa.
Los años me han dado la razón, sigo sin coche, viviendo de alquiler en una casa apuntalada con mi Paqui , que no es precisamente ninguna azafata de la tele, y malviviendo con lo que saco de mi actividad laboral, que no es otra que gracias a que durante años les llevaba el café a los funcionarios del Juzgado y Hacienda, siendo yo algo espabilao y habiendo hecho bastantes amigotes entre los funcionarios, aprendí lo suficiente para manejarme entre el papeleo: inscribir un recién nacido, tramitar una partida de fallecimiento, hacerle las declaraciones de Hacienda a la gente del barrio, que normalmente consistía en poco más que poner los datos personales, pues como yo, no tenían donde caerse muertos e incluso a redactar alguna instancia. Y que conste que no me quejo, con todo eso saco para ir tirando. Además “mi despacho” no es otro que una de las mesas del bache, por lo que no tengo gasto alguno y todo el mundo sabe dónde encontrarme.



Para sorpresa de todos y alegría por mi parte, ese día “el Pescui” estaba sobrio. Declinó muy amablemente nuestra invitación y se quedó al fondo de la barra, entendí que esperando a alguien. Al poco le vi de charla con un individuo trajeado y pelo engominado al que no conseguí ver la cara, pues estaba de espaldas. Por los gestos que hacían ambos parecía que discutían. Seguí con la partida y me olvidé “del Puescui”. Al terminar, lo busqué con la vista y había desaparecido. Poco podía imaginar que jamás volvería a verlo con vida.


Siempre tuvo mala suerte •”el pescui”. Su padre, um enano jorobado mal encarado, se gastaba lo poco que ganaba en borracheras. Rara era la noche que no llegaba hecho un Cristo, pues tenía muy mal vino y cuando estaba borracho, le daba por meterse con todo el mundo a pesar de ser conocido en el barrio como Periquillo Sarmiento, por aquello de:


“Periquillo Sarmiento..
Fue a cagar
Y se lo llevo
El viento….”•

Recuerdo una noche en “el bizco” que le dio por meterse con Pepe, solo por ser policía local, los cuales, según él eran todos unos falangistas. Entre insulto e insulto, el jodio jorobado, revoloteaba imitando el vuelo de una mosca cojonera alrededor del Pobre Pepe cantando una y otra vez una cancioncilla:



“Hijo de la gran PU….
TAbaco de la Habana
Yo me cago en tus MUER…
TOcando la campana”




Tanto fue el porculo que le dio que al final hicieron falta tres tíos para aguantarlo, sino lo mata, y eso que la criaturita era incapaz de hacer daño a una mosca. En todos sus años en activo, fue incapaz de poner una sola multa, a pesar de las broncas de sus superiores, pues es bien sabido que una de las principales misiones de la policía es la de recaudador de impuestos.
La madre del “Pescui”, más de lo mismo, ejercía de prostituta barata en los muelle por lo que desde muy pequeño se crió prácticamente sólo.


Tendríamos 10 o 12 años cuando sufrió un accidente que a punto estuvo de costarle la vida. En verano los chiquillos disfrutábamos tirándonos de cabeza o a “la Bomba”, desde distintos puntos del puente que une el Castillo de San Sebastian con la ciudad. “El Pescui” calculó mal la profundidad y se golpeó la cabeza con las rocas.


Durante meses poco o nada supimos de él, hasta que un día apareció por el barrio. Tenía toda la Columna vertebral sujetadas con placas por lo que sólo podía mover la cintura , el pescuezo al tenerlo rígido daba la impresión que estaba asomado constantemente a una tapia , de ahí viene lo del “Pescui”.


A pesar de tanta desgracia, yo le tenía cierta admiración, pues sus limitaciones físicas no le impedían (echándole muchos huevos), recoger chatarra, pescar o incluso practicar submarinismo, actividad a la que se dedicó definitivamente tras comprobar que era más lucrativa que la recogida de chatarra. Su equipamiento consistía en un remendado traje de neopreno, gafas, Tubo y unas aletas que le fue regalado por Paco “El Pantera” muy conocido en Cádiz por ser un extraordinario buzo que conocía a la perfección los fondos marinos de la Bahía y un excepcional dibujante.
Cuando surgía algún problema en la parte sumergida de algún barco en reparación, El Pantera bajaba, observaba el estado del barco, y cuando volvía a la superficie era capaz de hacer un dibujo perfecto de lo que ocurría. Esto era de una importancia extraordinaria para facilitar la labor de los ingenieros. Eran los años gloriosos de Astilleros con la construcción de superpetroleros que daban trabajo a miles de personas. Fue en su época toda una proeza de ingeniería naval la construcción de buques como el “Amoco Cádiz” o el “María Alejandra”, el más grande de los construidos en Cádiz y el último antes de la reapertura del canal de Panamá. Todo Cádiz prácticamente comía de ellos y por tanto su construcción era seguida día a día por los gaditanos. Cualquier chiquillo de la época, sabía al dedillo por ejemplo que el “Maria Alejandra” tenía una eslora de 330 metros o el “Amoco Cádiz” podía transportar 1.6 millones de barriles de petróleo. Recuerdo una coplilla de Paco Alba que decía:


“Cuando la botadura del Petrolero
Dieron un pollo en los Astilleros
Y fíjense lo que me dijeron
De un fulano que trabaja de Pañolero,
Como en su casa si lo reparte se forma un lio
Se comió todo el pollo y a cada niño le echo un vajio».


Tanta fue la lata que le dio el Pescui al Pantera para que le regalase algún material, a lo que Paco se negaba, no ya por una cuestión material, sino por intentar quitarle de la cabeza semejante locura, que Al final se dio por vencido y de vez en cuando lo llevaba con él a bucear y lo ayudaba en lo que mejor podía. Enseñarle cuanto pudo, que no fue poco, y proporcionarle algún material.

CONTINUARÁ…

Comments (4)

  • >Hola.El relato me parece muy bien, con aires quiñonianos… pero vamos, que yo no soy crítico literario… Lo que si te recomendaría es poner las cifras en letras, que en un texto literario los números me chirrian un poco… PD: Y por cierto,una duda, los de Cadiz, somos de Cadi, Cadi, no? Yo sólo escucho "Cai" en la gente de fuera cuando se me pone "graciosilla" -como los gallegos que han invadido mi casa ahora en carnavales- y algunos carnavaleros/cantantes cantando…Yo nunca he dicho cai, y me resulta como extraño…. y procedo del proletariado como tú dices, te lo digo, porque inconscientemente metí tu correo como Tusitaladecadi, al principio, y claro no funcionaba… Pero ya te digo que es una duda. Salud, relojero.

  • >Al pescui real le llamaban también pescuezino, no?Yo lo recuerdo con la caña del país al hombro y el cubo con los avíos de pescar pasando por delante de nosotros en los Puentes sin poder mover el cuello el pobre.

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